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lunes, 30 de enero de 2012

Recordando...

Recuerda...
Era invierno, ¿tal vez primavera, u otoño? Llovía, eso sí, y el viento dirigía las gotas a su antojo. Recuerda vagamente que hacía frío, pero no si lo sentía en toda su fuerza o, como otras veces, era una presencia muda, prácticamente ignorada, aceptada, casi agradecida.
Sentada en un banco, en el respaldo más exactamente, no estaba sola. ¿Estaban juntos? ¿O en aquel entonces ya habían roto? Esa parte del recuerdo está borrosa, como el frío. Pero sí recuerda haberlos mirado de vez en cuando de reojo, sin saber muy bien qué hacer. Aquello, sin dudas, era lo que cualquiera definiría de sujetavelas. Nada nuevo para ella, tampoco le desagradaba, era incómodo en momentos como ese, pero también divertido cuando ambos centraban su atención en ella, tratándola como una hermana pequeña, como alguien a quien mimaban, hacían regalos, tomaban el pelo y decían lo monísima que era. En momentos como esos se sentía como una niña, si bien estaba en esa etapa de la vida llamada adolescencia (y de que a día de hoy aún no ha salido, aunque le queda poco... todavía no ha decidido si eso es bueno o malo).
Pero bueno, la cuestión es que ese no era uno de esos momentos de los que ella formaba parte. En ese momento era una presencia casi fantasmal, ajena a los susurros y caricias que ellos compartían. Quizás otra en su lugar habría buscado una forma de escaquearse, pero hacía tiempo que había aprendido que no era una buena idea. La otra joven que allí se sentaba, entregada a la presencia del joven, enseguida se habría sentido culpable y habría echado por tierra el día, empañando el recuerdo de un día que, después de todo, había resultado, como casi siempre que el joven viajaba hasta allí para pasar el día con ellas, un buen día, un buen recuerdo.
En cualquier caso, ella estaba acostumbrada, y apenas lo que para otra habría sido molesto e incómodo, provocaba en ella una ligera melancolía. Era joven, y, aunque ya había tenido algún que otro pretendiente, se resistía todavía a entregarse. No es que no fuesen majos, pero los miraba y no veía en ellos algo que le hiciese saltar el corazón. Demasiados libros prestados de Jade, probablemente, pero eso no significaba que no fuese una romántica, al contrario.
Pero no era esto sobre lo que cavilaba aquel día, sentada en el respaldo de un banco, en la cuesta frente del parque junto a su casa (si aquello podía llamarse parque), sintiendo la lluvia en su piel, arrebujándose en su chaqueta (¿llevaba chaqueta? ¿O era un abrigo? Quizás simplemente abrazase su propio cuerpo intentando retener el calor. ¿Eso es que hacía frío? Pero no era un frío invernal, eso seguro), alzando la mirada hacía el cielo, abstraída en sus pensamientos, disfrutando del viento en su cara. El viento, como a cualquier otra le molestaba cuando, tras esforzarse en domeñar su melena, se abalanzaba sobre ella por el camino y lo echaba a perder. Pero en momentos como aquel, bañados por una extraña melancolía, con la mente viajando por solo ella sabía dónde, el viento era un bálsamos delicioso, una nana que la mecía.
- ¿Tienes frío?
O algo así le pregunto su amiga que, sin percatarse ella, había interrumpido su momento de intimidad con el joven y la miraba con preocupación. Se disculpó por haberla echo estar así bajo la lluvia, dijo algo más, sobre volver a casa por ella, pero, sintiéndose como si la acabasen de despertar de la siesta, y no queriendo que ellos concluyesen aquel momento que a saber cuándo podría volver a acontecer, negó y les dijo que estaba bien.
Así que siguieron así un poquito más. No recuerda cuándo ni cómo terminó. Y vagamente que aquel día había un concierto de Lurte en alguna parte, que su padre los llevó en coche mientras ella se quejaba de las rancheras que ponía, pero que al final tuvieron que volver a casa por no encontrar nada, seguramente lo habían cancelado por la lluvia.
Días más tarde, cuando el joven estaba ya en su ciudad, ella fue al concierto de Lurte, que hacían en compensación de que el otro se hubiese suspendido, con otra amiga distinta, pues las demás, entre ellas la del joven, no habían podido ir por uno u otro motivo...
¿Por qué habrá acudido este recuerdo a su memoria, cuándo ni tan siquiera recuerda qué rondaba por su cabeza sentada en el respaldo de aquel banco bajo la lluvia, con el viento acariciando su rostro como tantas otras veces?

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